miércoles, enero 30, 2008

La ballena

Hemos estado casi una semana veleando en el Mar de Cortés. Llegamos hasta los Islotes y vimos los lobos marinos, anclamos en Puerto Ballenas en el oeste de la Isla del Espiritu Santo. Cultivamos almejas chocolatas en una bahía. Una tarde veleamos hacia donde nos llevara el viento para tratar de obtener la máxima velocidad acompañados por unos delfines.

En las tardes, después de colocar a Stargazer en un buen lugar para pasar la noche protegido del viento, nos tiramos al mar frío de mayo y nos sacamos de la piel el sol del día. De regreso en el barco tomamos un poco de vino blanco o tinto mientras preparamos la cena.

Planeamos cuidadosamente los menús, hicimos una lista de provisiones para que no faltara ni sobrara nada. Yo viaje del DF con botellitas y bolsitas de diferentes condimentos y especies en mis maletas. Comimos cordero en mostaza, langosta con mantequilla y camarones en diferentes salsas. Un día cenamos lo que pescamos por la tarde: unos peces que no logramos encontrar en el libro de vida marina de la zona.

Y en la noche, al terminar de recoger los platos sucios, nos acostamos en la cubierta a ver las estrella.

Conocemos mejor las estrellas de invierno, pero fuimos familiarizándonos con las de primavera. Identificamos a Arturo en el vértice de Bootes o el Boyero. Hacia el sur vimos a Denebola en la cola del Leon y a Spica en medio de Virgo. Atamos con una línea imaginaria las esquinas contrarias de la Osa Menor que apunta a mi favorita: a aproximadamente un ángulo de 25 grados del horizonte está Polaris.

Estamos en el camino de regreso, pasamos la noche en el Estero los Lobos. Es nuestro último día en el mar, mañana tendremos que entregar a Stargazer y retornar a tierra.

Aprovechamos el escaso viento del sureste para velear. Es cuando lo oigo. Parece que un tinaco se desborda y se vacía desde la azotea de un edificio de diez pisos. Lo vuelvo a oír.
- ¿Oiste?
- ¿Qué es? – pregunto.
- ¿Qué crees?

Lo leo en su mirada: es lo que espero desde que subimos al barco. “Es muy tarde” me dijeron el día que nos entregaron el barco. Yo jugué diciendo que al día siguiente me levantaría más temprano, sabiendo perfectamente que se referían a lo tarde en el año.

Y ahí, a menos de un kilómetro nadando hacia el viento van las ballenas.

Las ballenas estan al suroeste de nosotros, como el viento viene del sureste es más fácil navegar con motor. Tratamos de prenderlo. Un intento, dos, el motor no prende. No podemos ir directo hacia ellas, nos acercamos veleando hacia el oeste.

Poco a poco se ven más cerca, brincan y se zambullen, el ruido del agua es cada vez más fuerte. Las veo a unos cientos metros de mi y no me cabe en la cabeza como un animal tan grande puede ser tan gracioso y ágil.

Siguen su camino hacia mar abierto cuando una de ellas decide venir a explorarnos. Se acerca, le da la vuelta al barco, baila a escasos veinte metros de nosotros. Nos muestra su piel negra y brillante, saca un chorro de agua y se va meneando su gran cola como toda una bailadora de salsa.

Durante unos instantes no me puedo mover. “Había que levantarse temprano” digo, todavía sin creer en mi suerte.

7 comentarios:

Pillo dijo...

Hay días en que la felicidad se nos planta enfrente en forma de cetaceo en un mar hermoso con el hombre que amamos, que lindo, hasta lloré...We are lucky girls indeed...Marvelous!!

PD: siempre cree en tu suerte!!

Mond dijo...

Es una narración magistral. Sentí el viento, el agua salada y pude escuchar el sonido de las ballenas. La vi nadar, grandes y ágiles, hacia su destino.

No, no era "muy tarde"... creo que nunca lo es.

Te quiero.

Bernardo Felipe Martínez Meave dijo...

Excelente narración... Me dieron tantas ganas de estar ahí. Algún día tengo que hacerlo...

La Blu dijo...

Este es un texto hermoso, muy hermoso hermana.

Gracias.

elsa dijo...

Llega un viento entre moderado y fuerte, a veces cálido,del otro lado del Atlántico: son tus palabras.
Que no cese esa brisa fresca en este mundo tan poco dado a la paz y al diálogo. Hablan demasiado las balas y no dejan oir las palabras. Un cordial y atento saludo.

Karen dijo...

¡Qué hermoso texto, qué heromosa experiencia!

dijo...

son increibles, ligeras y graciosas con su gran tamaño, se ven nobles y buenas y se ve que se divierten.

quiero verlas de nuevo.