martes, junio 30, 2009

Noches sin luz

El verano que vine a vivir a México el crepúsculo llegaba con media hora de oscuridad total. ¿Lo recuerdan? Ese año había poca reserva de energía y la CFE decidió resolver el déficit cortando el suministro durante media hora en un momento de gran consumo de energía: el comienzo de la noche. Creo que se hacía escalonado por colonias, eso no lo tengo tan claro.

Algunas familias enloquecían con estos cortes diarios, no podían ver la tele, no podían calentar la leche en el microondas, algunas se paralizaban. Ella lo tomó diferente.

Todas estaban bañadas y en sus pijamas, la cena estaba servida, las velas dispuestas en los lugares precisos. Parecía que era ella quien bajaba el interruptor general. En un mismo movimiento se iba la luz y se encendían las velas una a una.

Sentadas alrededor de la mesa redonda del desayunador, con la noche entrando por la ventana, el silencio que dejaba la falta de aparatos eléctricos funcionando, invitaba a conversar suavemente. A veces la cadencia de la lluvia nos acompañaba afuera, otras sólo había dejado sus rastros y el olor a humedad. Las velas creaban una luz que evocaba historias de otros tiempos y algunas risas de complicidad.

No lo sé de cierto, pero sospecho que hay días, cuando alguna de nosotras prende una vela, que por la piel se cuela alguna historia o la sensación de paz de aquéllas noches de verano.