lunes, septiembre 04, 2006

Manos

Dormí varias horas antes que mi mamá me despertara.
- ¿Ya es hora de ir a la escuela? –pregunté, sentía los ojos todavía pesados con sueño.
- No, todavía es de noche, pero el cemento ya está listo, está en su punto, acabo de ir a ver. ¡Vamos!
Me levanté adormilado y me puse la chamarra, que mi mamá sostenía, sobre mis pijamas. No entendí mucho a qué se refería pero supe que era alguna de las actividades misteriosas de mi madre.
Bajamos los dos pisos de escaleras y salimos a una madrugada con viento frío. Justo en frente de nuestro edificio habían reconstruido la banqueta ese día. Mi mamá dobló las mangas de la chamarra y me dijo:
- Aquí, –señalando un punto en el cemento- primero la derecha, presiona bien, es como cuando hiciste tus manos sobre yeso en el kinder.
Así lo hice, sentí el cemento frío y cuando levanté la mano quedó una ligera capa de polvo en mi mano. Luego hice lo mismo con la izquierda, sentí que el frío se colaba hasta el estómago. Mi mamá sacó un lápiz sin punta de la bolsa de su bata y escribió la fecha y mis iniciales.
- Minetras dure esta banqueta estarán aquí tus manos, -dijo con una sonrisa tan grande que no me quedó más que sonreir.
Subimos de regreso al departamento y mi mamá lavó mis manos con mimos, exaltada por su travesura.
- Ven, te preparé una taza de choco caliente.
Nos sentamos en la mesa de la cocina y reímos de las caras de los que verían mis manos y envidiarían que no fueran las suyas. El choco me fue calentando por dentro, me empezaba a dormir sobre la mesa y mi mamá me cargó a la cama.

Hacía tiempo que no pasaba por la vieja casa, más tarde le hablaré a mamá a contarle que las manos siguen intactas después de tantos años.

12 comentarios:

Mond dijo...

Esas son las huellas que podemos ver, siempre con una anécdota divertida... me gustan las manos, mucho... ¿qué pasa con las huellas que vamos dejando, con esas que no se pueden ver pero que también perduran con el tiempo?

Laudanum dijo...

mi corazoncito de alcachofa tembló con esta historia. Prometo hacerle lo mismo a mi beba, cuando la tenga :D.

Quiérote.

Anónimo dijo...

Sabes la suerte que tienes con una madre así, ¿no? La mía también tiene ese lado travieso, jajajja. Que bonita anécdota.

cuatropelos dijo...

Es una historia muy bonita...como la de la caja de besos...pero yo no puedo hacer eso con mi hijo, es demasiado cívico, le molesta mucho que los "niños malos" pinten la pared (los grafitis vamos).

dijo...

En casa de mis abuelitos hay una pared al lado del refri llena de rayitas y fechas y nombres: marcan el crecimiento de 16 nietos y 8 bisnietos a lo largo de los años. Pintan toda la casa cada cierto tiempo, pero esa pared, tiene 35 años de no ser pintada.

Anónimo dijo...

Esas sí que son huellas indelebles... :)

Dharma dijo...

Una maravillosa y simple historia.
Hermosa! Sencillamente hermosa!

Vale la pena decir que nos dejaste con ganas de más?

Un abrazo!

Unknown dijo...

me transporté a ese día y hasta frío sentí... es más... voy por un "choco caliente"

me encantó ;)

saludines

Argüello dijo...

En cierta manera todos tenemos una banqueta con cemento fresco en algún lugar dentro nuestro, cada quien va dejando sus manos dibujadas como nosotros dejamos las nuestras con sus marcas, sus líneas, sus contornos... sus cicatrices... Un abrazo fuerte.

Chilanga Catastrófica dijo...

No sé porqué,pero tu post me conmovió mucho, felicidades muy lindo. Enorme detalle el de tu mamá. Un abrazo fuerte.

Lutz_saa dijo...

Qué bonita historia, ya sabes de quién me acordé, no? Besos

Adriana dijo...

Sí, bella historia, y no sólo son las manos -que cuando vea algo grabado en el cemento seguró recordaré- sino ese nexo que se tejió entre tú y tu mamá, la complicidad de que fuera ella quien maquinara la "travesura".

Linda historia, lindo blog

Saludos