viernes, noviembre 18, 2005

En una librería

Abro un libro con desgano, un libro cualquiera en una librería cualquiera. La portada no me llama la atención lo suficiente y como quiera lo abro. Lo dejo y sigo a otro libro. Los libros en las mesas son los que más se venden, o los que quieren que se vendan más. Leo los títulos.

¿Qué hago esperando a alguien que me dejó? ¿Para qué lo quiero ver? ¿Por qué acepté verlo? ¿De veras gano algo sabiendo que aún me necesita? Además es absurdo que venga a decir que aún me quiere, no puede utilizar el "aún" porque hubo un tiempo en que no me quiso. Pasaron días y meses que se convirtieron en años en que no supimos el uno del otro. ¿Ahora mágicamente podemos volver? ¿Había una propuesta en su iniciativa de vernos?

Regreso a los estantes, todos los títulos de las mesas me parecen inútiles. Nunca fue puntual. Cuando estuvimos juntos a mí no me gustaba llegar tarde, no quería desperdiciar un sólo segundo del tiempo que pudiéramos estar juntos. A él yo creo que a veces no le importaba, porque se entretenía en cosas superfluas. El decía que a él no le importaba esperarme, claro que rara vez lo hizo.

¿Habrá algo que platicar con él? El paso del tiempo ha ido borrando los recuerdos, buenos y malos. Al principio era doloroso recordar, las cosas buenas porque ya no lo tenía, las malas porque me confirmaba que ya no debíamos estar juntos. Durante meses hubiera querido que me borraran todos los recuerdos como en "Eternal Sunshine of the Spotless Mind", pero me daba miedo pensar en lo que pasaría con los recuerdos asociados a los recuerdos de él. Fueron muchos años juntos, no podía deshacerme de tanta vida. Lo consideraba como si realmente pudiera suceder, además pensando en el final de la película en que se reencuentran, pensé que era mejor acordarme, para no volverlo a amar.

Los recuerdos diurnos se fueron extinguiendo, pero él comenzó a aparecer insistentemente en mis sueños para hacerme enojar. Siempre le reprochaba una cosa o le recriminaba otra. Amanecía enojada, con la misma sensación de tantas veces de que no me escuchaba y me mentía. Luego quedó un nombre hueco, sin contenido y al final, acabé por olvidar su nombre, ya no era parte de mi vocabulario.

Hoy cuando oí su voz, me llegó una masa amorfa de recuerdos. Era una bola de colores. Tomé una punta tratando de desenmarañarla, como lo hice tantas veces con estambres, pero tomaba uno que empezaba con risas verdes y se convertía en llanto rojo. Tomaba otra punta negra en que caminábamos por un puerto de noche y se convertía en un sol amarillo cegador. No había continuidad, no lograba armar un sólo recuerdo. Dejé de intentarlo. Lo mismo debo hacer con la idea de verlo. Durante meses deseé que me pidiera volver, luego fantaseé que me dijera que le dolía mucho no tenerme y poderle decir que era demasiado tarde. Acepté verlo por sentir que yo ganaba.

Veo mi reloj y me apuro a la puerta, me da gusto que no sea puntual. Camino en dirección contraria de donde me imagino vendrá. Navego con el viento a mi espalda, las velas se hinchan de aire y tomo una velocidad deliciosa.

7 comentarios:

Pablo Perro dijo...

viento en popa!

Anónimo dijo...

Ay, como creo entenderte. Tengo un viejo amor así, al que anhelé mucho, dí mucho y luego me dejó enojada muchísimo tiempo. Aun ahora recuerdo y me enojo de nuevo. Una vez lo ví de nuevo y todo estaba roto.

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

Y vivir.
Respirar todo el aire...
Y vivir!!!

Dharma dijo...

Es refrescante dejarlo ir finalmente, ¿no?

Besos.

Anónimo dijo...

Es una reflexión bastante clara, como para tener la seguridad de tomar la decisión que es acertada.
Te deseo buen viento y buena mar.
... y mi abrazo y mi beso, por supuesto!

DINOBAT dijo...

Muy bueno el blog la verdad!, interesante y entrenido, espero volver pronto, saludos,



JD

Aldebarán dijo...

La dignidad hinchaba las velas de esa nave.