Me he quedado sola de nuevo. Cada vez hago lo mismo. Los corro de mi vida. No quiero ni pensar cómo será el amanecer, frío, y con la cama vacía. Y no me importa. Quiero estar sola. Eso digo cada vez, y también digo ‘ya llegará otro’, y llega, y otra vez se va. No quiero pensar ni sentir, el abandono, el abandono que yo provoco, que yo fabrico con tal exactitud. Lo voy armando, día con día, desde el principio defino el día que se irá y lo hago coincidir, con la exactitud de un reloj. Con la exactitud del tiempo que no existe. Aún así coincide.
Y hoy no hay más allá que este abandono que se abre con la puerta que se cierra. Me invento pretextos: los zapatos muy grandes o muy viejos, el poema inacabado, la pasta que se coció de más, las cobijas que me arrebataba en la noche, la película que no acabamos de ver y que cambiaría mi vida, nuestras vidas. Nuestras vidas que no existen porque no existen juntas, sólo existen separadas.
Cada final es un principio. Cada relación es otra vida. Es una forma de tener más vidas. Quiero vivir esta soledad, disfrutar el respirar sola, el reír sola. Quiero el espacio de toda la cama, la mesa con un solo plato. ¿Para qué? Para volver a empezar, para tener otra vida. Hasta que me canse del silencio diario y de las barreras que voy fabricando. Hasta que me asuste, pensando que no las podré tirar y corra en busca de otro, el que sea, o uno específico. No importa, es lo mismo. Cada uno es especial. Y empezará el acercamiento, comenzará la entrega. La entrega que complica todo. Por eso hay que elegir un día, cercano o lejano, pero fijo, para huir del amor incondicional, para vivir otro amor inconsecuente.
martes, septiembre 06, 2005
Nada que hacer
Publicadas por Tramontana a la/s 07:50
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3 comentarios:
Supongo que para muchos -entre los que me incluyo- la soledad es una droga dura, un hábito añejo que nunca te puedes quitar del todo, a pesar de la gente, del tiempo, del amor y el dolor. La soledad es la naturaleza última... y dirían por ahí, la compañía un intervalo. (En otra cosa, no recuerdo el nombre de la escritra, la conocí y la reconocí en la entrevista, pero puedes estar tranquila, para bien de la humanidad no tiene nada publicado en papel).
Una siempre está sola ¿no? Aún con ellos, con él, al lado, arriba o abajo de él. Sin él más, todavía, claro, pero sola al fin. Al paso del tiempo uno descubre que la maravilla es aprender a estar solos, juntos, un rato. Y llamarse por teléfono: "Hola, estamos solos juntos por la tarde", "¿Comemos solos juntos y en silencio mañana?" Y así uno va formando su catálogo de esos brevísimos momentos en que coincide en el mismo espacio y tiempo con él.
Salud,
Michelle
Nunca estoy solo, mientras me acompañe mi soledad.
Y en conseguir sucesvas soledades se me va la vida.
Perra vida.
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