Llevo días preparando el menú mentalmente, pasé por varios que consideré perfectos sólo para volverlos a cambiar. Se me metió en la cabeza que el futuro de la relación depende de la perfección de la cena.
Remojo los porcini y pico ajo, dejaré la salsa lista para sólo cocer la pasta a la hora de cenar.
Compartimos el gusto por las exhibiciones de arte moderno y las instalaciones que muchos dicen no entendien, otros que eso no es arte. Hace poco más de 20 años chocamos cabeza contra cabeza al estar observando una pieza por todos lados. Nos reímos y continuamos viendo la exposición juntos. Salimos del museo y nos cruzamos a tomar una cerveza. Lo acompañé a su casa por unas fotos que debía entregar. Mientras él preparaba su paquete me paseé por el departamento.
Curiosa distribución: un área que servía de recámara y sala y dos baños. Pensé que era perfecta para un fotógrafo. Revisé sus libros, sus discos, nos gustaban los mismos autores y la misma música. Recogí unos platos que estaban encima de la cama.El fregadero estaba lleno de trastes sucios. Preferí acomodarme en el único sillón que había a ojear un libro de fotografía, la opción era pasar tres horas arreglando el departamento. Soy medio maniática del orden, llego a las casas de mis amigas a organizarlas. A ellas no les importa, pero no quise intervenir en un espacio que me era ajeno.
Fuimos a entregar las fotos y de ahí a tomar otra cerveza. Se levantó al baño y cuando regresó me dijo que se tenía que ir. Quedamos en hablarnos, ninguno de los dos lo hizo. Yo estaba en una relación, a los pocos meses me casé.
Escurro la arúgula y lavo los champiñones para la ensalada.
Hace unas semanas nos volvimos a encontrar viendo otra exposición. Lo primero que reconocí fue su forma de moverse frente a las piezas. Ya no tiene barba ni usa jeans. O por lo menos ese día no los traía puestos. Intercambiamos datos.
Al día siguiente al llegar a la oficina lo primero que hice fue mandarle un correo. A la media hora tuve su respuesta. Nos escribimos diario durante semanas, sin hablar de vernos, sin ningún plan, ninguna expectativa.
“¿Qué te gusta comer?”, pregunté un día. “Dame lo que quieras, menos leche sola. Insisto, todo me gusta.”, fue su respuesta Convirtió una pregunta en una invitación a cenar, además qué era eso de la leche sola.
Era extraño que estando en la misma ciudad prefiriéramos comunicarnos por correo. No hablmos por teléfono ni una sola vez.
Quedamos de vernos en la presentación del libro de un amigo suyo. Al terminar la plática tomamos un trago y me presenta a algunos amigos. De repente llega una mujer y se lo lleva. Después de unos minutos regresa y me dice:
- ¿No te importa si viene Magda con nosotros?
- ¿Si viene Magda con nosotros?, repito como hago siempre cuando algo me empieza a incomodar.
- Es mi ex, está muy deprimida y además anda un poco pasada, no la puedo dejar sola.
- ¿Anda un poco pasada?
- No te importa, ¿verdad?, vuelve a decir, y me da un beso en la mejilla.
Sí me importa, me pasé una semana planeando el menú. Hice una cena especial. Pero como tantas otras veces no digo nada.
viernes, septiembre 23, 2005
Dame lo que quieras
Publicadas por Tramontana a la/s 23:58
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5 comentarios:
Lindo Blog, volvere.
Gracias por tu visita.
Ray: Gracias, nos seguimos viendo.
Noemi: Jaja, esa no soy yo!! Yo no sé quedarme callada.
Hola Bombon, gracias por tu visita, te sigo leyendo y añoro volver a tu bello Pais. Abrazos cordiales
Conosco un par de poetas necesitados que pueden darle su merecido al fotógrafo por una módica cantidad...
Leche sola.
excelente escrito.. y una apechugando todo.. que no?..
snif
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