jueves, septiembre 11, 2008

Llorar por uno

Hace mucho que no lloro, o más bien, hace mucho que no lloro por mí. Seguido lloro por algo que leo, al ver alguna película o al compartir dolores o alegrías con gente que quiero, pero no logro recordar cuándo fue la última vez que lloré por mí.

Hoy, al llegar de la oficina, abro el agua de la tina y mientras se llena bajo a Cirrus, acomodo cosas, hablo con mi mamá, me sirvo un vaso de vino.

Me meto a la tina y me voy relajando, siento como los músculos del cuello se acomodan diferente, me mojo la cara con el agua tibia, inesperadamanete surge un sollozo. Finalmente permito que salgan las lágrimas. Hoy hubo varios momentos en que estuve a punto de llorar y me contuve. No podía llegar a una reunión con los ojos rojos. Tampoco quise que en la oficina me vieran el rimel corrido o los labios hinchados.

Sobreviví el día, pero aqui, sumergida en el agua caliente con sales y espuma de lavanda lloro.

Trato de pensar qué es lo que me hace llorar. ¿Qué me duele? Fue un día con frustraciones y una sensación de abandono se infiltró en mí. No logro ponerle nombre a la sensación, sólo siento que me hace bien llorar.