viernes, octubre 31, 2008

Un rato en un pub

Camino por las calles de una ciudad inglesa nueva para mí. Voy sintiendo como el ambiente inglés me va infiltrando. Me meto a un pub y tras dudar un segundo pido una Guiness. Un muchacho joven con los brazos todos tatuados, arracada en la oreja izquierda y que luego descubriré tiene un arete en la lengua, me voltea a ver con expresión de sorpresa y me pregunta de dónde soy.

Hace tres días que llegué a Inglaterra y es el primer momento que tengo para disfrutar el estar aquí y será el único: mañana regreso a México. Llegué el miércoles por la tarde al aeropuerto de Birmingham, para descubrir que el hotel no estaba en esa ciudad sino en Daventry a 50 millas de ahí. Llegué al hotel pasadas las 7 de la noche. Al abrir mi maleta descubrí que mi ropa había sido reempacada, en un principio pensé que algunas cosas habían sido extraídas, afortunadamente no faltó nada. Me di un regaderazo y me reuní a cenar con las personas de la empresa que ya habían llegado.

El día siguiente fue un día largo, conferencias todo el día y en la noche una cena de gala de la que me salí pasadas las 12. Después de contestar correos me acosté, no demasiado tarde, pero batalle para dormir. Pasé una mala noche, una combinación de mi insomnio recurrente y tal vez algo de jetlag. Después de otro día de conferencias y un traslado al aeropuerto de Birmingham, después de dejar las maletas en el hotel empiezo a disfrutar de esta noche de minivacaciones. Tomo un monorriel y luego un tren para llegar al centro de la ciudad.

Lo que para algunos puede ser una mala frase de introducción a mí me parece directa y me lleva a contestarle y seguir una conversación agradable y divertida con Gareth. A los pocos minutos llega su amigo Dave que había ido al baño. Los dos critican mi opción de Guiness, todo mundo dice que esa cerveza no sabe viajar. Al pedirla pensé que estando tan cerca de Irlanda habrá llegado bien: no es así. Esta pinta no tiene nada que ver con la que tomé hace ya un año. Les digo que ellos son los culpables por no decirme qué debo tomar.

Platicamos de lo que hacen: Dave maneja una “lorry” que es un camión semipesado, Gareth es taxista. Platicamos de distintos países en los que han estado y trabajado. De qué les gusta y qué no de ellos. Y aunque parece increíble, Dave dice que los franceses no saben comer. Pienso que a los ingleses se les altera el gusto desde que nacen, es la única forma de que sobrevivan su comida, de ahí que la francesa les parezca mala. No encuentro otra explicación. Gareth dice que le gusta la carne totalmente cocida, que no soporta verla roja y aunque ha experimentado cerrando los ojos, dice que sabe perfectamente cuando está mal cocida. Yo digo que un rost beef rojo al centro acompañada de raíz fuerte es lo único rescatable de la comida inglesa. Pienso que tal vez la gran diferencia entre vivir en Europa y en México es el acceso que cualquier trabajador tiene a empleos legales en todos los países de la Comunidad.

Cuando termino mi terrible Guiness, me preguntan qué tipo de cerveza quiero, les digo que prefiero una ámbar y me comentan de las opciones que tengo. Me aconsejan que pida solo media pinta para probar, así es como “se debe hacer”. Ellos insisten en pagar mi Whorthington. Platicamos de la fobia de Gareth a las arañas. Le cuento de mi amiga que toma las arañas patonas y se las pone en sus brazos y veo como literalmente se le paran los pelos de punta en sus brazos de sólo pensarlo. Al terminar mi cerveza, la cual resulta ser mucho mejor que la primera, salgo a buscar algo para cenar.

Camino hacia la estación de tren en busca de un restaurante indio que vi al llegar, no lo encuentro. En lugar me encuentro dos chinos con la carta pegada en la ventana en caracteres hanzi. Y esa es otra historia.