lunes, julio 24, 2006

Campanas de viento

Se encontraba sentada en la terraza, la tarde comenzaba a convertirse en noche, el sol ya se había escondido y todo era penumbra. Soplaba un viento ligero que hacía sonar las campanas de viento que se encontraban a lo largo del techo de la terraza.

A lo lejos algunas luciérnagas empezaron a brillar. Supo que no llegaría esa noche aunque esperaba que lo hiciera. Una contradicción entre lo que se sabe y lo que se espera: lo que se espera es más fuerte y la certeza de lo que se sabe pasa a un segundo plano.

No podía precisar cuándo había sido la última vez que habían hecho el amor y menos aún la última vez que realmente lo había deseado.

Lo esperaba sin muchos deseos de que llegara. Una vez más sintió que tenían que separarse, pero no quería vivir en la soledad absoluta. Alguna vez le habían dicho que era peor la soledad cuando se está con alguien que no se quiere estar. Ella no lo veía así, le gustaba sentarse en la terraza a esperarlo, deseaba las comidas los fines de semana, la casa llena de gente. Cualquier cosa antes de estar en esta terraza oyendo las campanas y sabiendo que no llegaría. Ella prefería esta soledad acompañada.

Tomó el libro que había estado leyendo antes de que oscureciera y que se encontraba abierto sobre sus piernas. Recogió el separador que había dejado sobre la mesa y marcó el lugar donde lo tenía abierto y lo cerró. Lo mantuvo todavía entre sus manos unos segundos antes de dejarlo sobre la mesa en que estaban dos tazas, una vacía y otra con un resto de té, una tetera con agua ya fría, una canastita con bolsitas de infusiones y una azucarera.

Estiró las piernas y se abrazó, protegiéndose del viento, dándose un poco de calor sola. Adentro de la casa brillaban la luz de un reloj, el parpadeo del foquito de una videocasetera.

Pensó que no llegaría esa noche y que no le daría ninguna excusa. Siguió alerta al ruido del coche que se oiría al subir por el camino de terracería. Buscó los faros del coche. Se imaginaba levantándose a recibirlo, buscando sus brazos y sus labios. Y sin embargo, supo que al llegar no se movería de su silla y sólo diría “llegaste”.

viernes, julio 21, 2006

Valle

Es imprescindible salir del DF cuando se puede. El fin de semana me fui a Valle de Bravo.

Llegamos cuando empezaba a anochecer, justo cuando las luciérnagas se encienden entre los pinos y encinos que bordean el camino. Al poco rato empezó a llover, lo que nos dio un buen pretexto para encender la chimenea.



Las mañanas casi siempre son soleadas y en esta época son muy verdes.



En la tarde otra vez volvió a llover, y los charcos me dieron esta foto.



La Cirrus se hizo de nuevos amigos.



Entre lluvia y no lluvia, salió el sol justo antes de que terminara la tarde.

jueves, julio 20, 2006

Sin humo

Hoy llego a una casa un poco vacía. Tiene los mismos muebles y mi desorden normal, pero me había acostumbrado a otro orden.

También hay un silencio más profundo. Y es que los sonidos habían cambiado brevemente.

Ráfagas

De repente, justo antes de meterme a bañar, o cuando voy manejando de regreso a casa o en cualquier momento del día me llega tu olor. ¿Será que te extraño? O tal vez sólo te pienso.

martes, julio 11, 2006

Seis cosas

Hace algunas semanas o meses (últimamente mi sentido del tiempo anda medio desorientado) circuló por los blogs un “meme” que trataba sobre escribir de seis cosas que uno adora. Aunque a mí nadie me “contagió” tomo la idea.

Caminar por calles desconocidas, llegar a plazas o a rincones en que nunca he estado ni estaré pero que empiezo a conocer, tomar un café o comer algo que no he probado y que tal vez algún día lo haga. Meterme en la vida de personas desconocidas, enamorarme de algunos y detestar a otros, identificarme con todos. Involucrarme con sus situaciones de vida, verme reflejada en ellas y sentir cómo se infiltra dentro de mí conocimiento humano. Esto es lo que me sucede cuando tengo un libro en las manos.

Zambullirme en un mar de agua fría, mojarme los pies con el agua tibia de una playa, ver y oír la lluvia caer una tarde desde mi terraza, un regaderazo de mañana para despertar, pararme bajo el chorro de agua caliente al final del día para que el agua se lleve el cansancio físico, mental o emocional, beber un vaso de agua helada. Estas son algunas de las formas en que disfruto el agua. El líquido transparente que tomamos como dado aunque dicen que no va a durar para siempre. Yo no podría imaginarme el no tener agua para lavar platos, cocinar, o lavarme los dientes. Es un privilegio el sólo abrir una llave y tener una cantidad ilimitada de agua disponible.

Viejos amigos, con los que se tiene la complicidad de la risa. Nuevos amigos con los que se comparte una taza de café o una conversación. Juntarse con amigas a cenar. Pláticas hasta la madrugada. Ver una ventana aparecer en la pantalla de la computadora y conversar de forma electrónica con alguien en otra ciudad o en otro país. Recibir un correo. Entrelazar una mirada y saber que hay un entendimiento. La delicia de sentirte acompañada en la vida, ya sea por gente con la que tienes contacto diario como por aquéllos que ves con suerte una vez al año.

Un bocado de mole, un pan con queso o un risotto. Masticar y esperar que los sabores exploten en la boca. Preparar una pasta para amigos o un curry para mí sola, jugar con las especies para obtener una combinación especial. Recorrer el menú en un restaurante en busca del platillo exacto para el momento. Comer todas las frutas: las conocidas y las desconocidas. Compartir los gustos y disgustos. Encontrar el lugar donde se puede comer el perfecto chile en nogada, una maravillosa langosta, o unas quesadillas de huitlacoche. Cocinar con mi hermano, hacer la cena de Navidad y pastelitos de nuez con mi hermana, hornear una semita con mi tía. Adoro comer y todo lo que tiene que ver con la comida. Puedo hablar de comida hasta el infinito.

La Cirrus que recarga su cabeza en mi pierna. Observar sus estornudos para llamar la atención, sus brincos para avisar que el café está listo. Ver los perros callejeros en Chapultepec buscando el sol para echarse, husmeando entre los árboles, correteándose unos a otros. Verlos en las calles acompañados por sus amos. Ver sus actitudes, sus miradas, sus reacciones a otros perros, a las caricias a las palabras. Jugar con ellos. Me parecen perfecta compañía.

El sabor y sensación del primer café de la mañana.

jueves, julio 06, 2006

Vínculos

¿En qué momento se crea una amistad? ¿En qué momento se pasa de ser un conocido, un compañero de trabajo, o un jefe, a ser un amigo?

Comí con un amigo, al que tenía tiempo de no ver, y aunque sé que es alguien a quien quiero mucho, no sé porqué ahora me pesco desprevenida la calidez de su abrazo. Sé que tenemos un vínculo especial, pero a veces el saberlo no es lo mismo que sentirlo. Y me pregunto, ¿qué nos acerca tanto?, ¿qué nos hace tan amigos?, ¿o es porque nos vemos tan de vez en cuando que nos da tanto gusto vernos?

Cuando trabajábamos juntos no éramos tan cercanos. Cierto que en esa relación cotidiana vives el día a día con tus compañeros de trabajo, de repente platicas algunas cosas personales, y también compartes los sucesos que te ocurren. Pero en esa época no teníamos esta intimidad que se genera ahora apenas nos vemos. Hoy tenemos un vínculo que se siente a nivel estructural. Se siente en la naturalidad con la que platicamos, en la posibilidad de ser quienes somos y de decir lo que pensamos sin tener que recurrir a máscaras o a frases hechas. Me pregunto a qué hora se formó este vínculo, a qué hora los recuerdos de una época o la convivencia diaria se tornó en esta deliciosa amistad.

Supongo que surge de la confianza y admiración mutua, no lo sé. Lo que sé es la sonrisa y la calidez en el corazón con que salí después de comer.

martes, julio 04, 2006

Cambio de planes

Hoy en lugar de tardarme quince minutos en llegar a mi casa me tardé casi dos horas.

Venía con la intención de llegar a escribir un post que me anda rondando la cabeza desde hace unos días, y de irme a mi clase de yoga. Pues no pude hacer ninguno de los dos porque se me hizo tarde para ir a la yoga y llegué tan harta que ya no tengo ganas de escribir.

Es increible que un camión descompuesto haga que el tráfico se vuelva tan lento, tan desesperadamente lento.