martes, septiembre 19, 2006

No identificado

¿Alguna vez haz tenido un antojo de algo y no sabes qué es? ¿Alguna vez haz sentido ganas de comer un sabor pero no identificas de qué es el sabor?

Me volvió a suceder. La primera vez me sucedió hace años. Camino a San Miguel Allende. Era la época en que vendía textiles. Iba con mi socia a comprar material, y en la carretera de repente tuve esa sensación de antojo de un sabor que no lograba identificar. Esa noche fuimos a cenar a un restaurante mexicano y pedí unas enchiladas con nata, y en el momento en que las probé supe que era el sabor que estaba tratando de identificar.

No me había vuelto a suceder hasta ahora, que tengo varios días que traigo antojo de algo. Es como tener la palabra en la punta de la lengua y no encontrarla. Así se siente el tener el sabor y no identificarlo. Anoche soñé con él y soñé con higos. Pero sigo sin saber qué es de lo que tengo antojo. Es como perseguir un sabor pero sin pistas.

domingo, septiembre 10, 2006

Extrañando

Cocinar, hablar de cómo cortar los champiñones, el ajo o la cebolla al mismo tiempo que se tocan temas difíciles de compartir, que tiene que ser dichos con cuidado. Es decir con las personas adecuadas pero sin fijarse en las palabras.

Compartir la comida con más plática y un poco de vino. Dejar caer lo que se siente en terreno fértil y seguro, sabiendo que las palabras son valoradas por lo que son, no por lo que podrían ser, sin especulaciones, sin necesidad de buscar la palabra precisa, porque la que sale es la palabra precisa. Sin necesidad de explicar hasta el cansancio porque un breve esbozo es suficiente para que se entienda el detalle

Pláticas que nos permiten ver la vida con otros ojos, con otras esperanzas y otros ánimos.

Los amigos a veces llegan disfrazados. A veces llegan con un simple disfraz de hermano.

lunes, septiembre 04, 2006

Manos

Dormí varias horas antes que mi mamá me despertara.
- ¿Ya es hora de ir a la escuela? –pregunté, sentía los ojos todavía pesados con sueño.
- No, todavía es de noche, pero el cemento ya está listo, está en su punto, acabo de ir a ver. ¡Vamos!
Me levanté adormilado y me puse la chamarra, que mi mamá sostenía, sobre mis pijamas. No entendí mucho a qué se refería pero supe que era alguna de las actividades misteriosas de mi madre.
Bajamos los dos pisos de escaleras y salimos a una madrugada con viento frío. Justo en frente de nuestro edificio habían reconstruido la banqueta ese día. Mi mamá dobló las mangas de la chamarra y me dijo:
- Aquí, –señalando un punto en el cemento- primero la derecha, presiona bien, es como cuando hiciste tus manos sobre yeso en el kinder.
Así lo hice, sentí el cemento frío y cuando levanté la mano quedó una ligera capa de polvo en mi mano. Luego hice lo mismo con la izquierda, sentí que el frío se colaba hasta el estómago. Mi mamá sacó un lápiz sin punta de la bolsa de su bata y escribió la fecha y mis iniciales.
- Minetras dure esta banqueta estarán aquí tus manos, -dijo con una sonrisa tan grande que no me quedó más que sonreir.
Subimos de regreso al departamento y mi mamá lavó mis manos con mimos, exaltada por su travesura.
- Ven, te preparé una taza de choco caliente.
Nos sentamos en la mesa de la cocina y reímos de las caras de los que verían mis manos y envidiarían que no fueran las suyas. El choco me fue calentando por dentro, me empezaba a dormir sobre la mesa y mi mamá me cargó a la cama.

Hacía tiempo que no pasaba por la vieja casa, más tarde le hablaré a mamá a contarle que las manos siguen intactas después de tantos años.

sábado, septiembre 02, 2006

Finales

Durante meses me pelee contigo mentalmente. Durante meses quise morir o desaparecer. No sabía qué hacer de mi vida sin tu presencia, sin tu amor, sin tus caricias y tu voz. Durante mucho tiempo pensé que haría cualqueir cosa por retenerte. Viví pensando que la terminación no era definitiva que algo pasaría y estaríamos juntos de nuevo.

Luego la vida se fue metiendo y empecé a disfrutar de los días sin ti, empecé a valorar las presencias que se fueron dando, me fui creando otra vida. Al principio todavía dolía tu ausencia, dolía el recordarte, dolía el olvidarte.

Después, empecé a pensar que no cambiaría ni un solo día, ni un solo segundo. Empecé a amar mis días, todos: los que tenían dolor y placer por igual. Empecé a pensar que así me gustaba mi vida, como era, la que era.

Hoy siento que nos dimos todo lo que nos pudimos dar, supongo que algunas relaciones son así: tienen un inicio y un fin. La que vivimos tuvo su tiempo, y por primera vez puedo empezar a recordar las partes buenas, saber que me diste lo mejor que pudiste dar, saber que te di todo lo que pude dar. El final contaminó los recuerdos, los enturbió. El tiempo me los ha ido regresando y finalmente vuelven a estar intactos.