Me como la última galleta de la tanda. Sonrío recordando el momento en que Lau las preparaba mientras yo hacía mi famoso Tapenade en sus versiones verde y negro, que Lau no probó. Todos los que la conocemos sabemos que ella come pocas cosas. No sé si fue la almendra o las anchoas, porque creo que aceitunas sí come. Yo le ofrecí un pan untado y dijio “más tarde”.
El fin de semana estuvo lleno de conversaciones, o tal vez fue una sola desde la noche que llegó hasta el domingo por la tarde que la dejé en el aeropuerto. Aunque jueves y viernes yo me fui a trabajar y ella a un curso, el resto del tiempo platicamos sin parar. Platicamos mientras hicimos compras, tomamos un trago al Celtics, más tragos con Mond y otra amiga en el Fridays, fiesta de cumpleaños de Mond, tomamos tequila y pisco sour, comida de sushi en la mesa de centro de la sala que se sintió más japonesa, comida italiana en un restaurancito de la Condesa, paseamos por las calles aledañas a mi casa comiendo helado, chateamos y bloggeabamos una frente de la otra, desayunamos en la cocina. La plática unió todo, y en la tarde cuando Lau se bajó de Lacamio, la Cirrus rechinó un poquito. Regresamos a una casa silenciosa y no supimos dormirnos temprano después de cuatro desveladas al hilo.